Cómo dejar de sentirte obligado a hacer cosas que no te gustan
Evita los “tengo que…” y los “debería…” y toma responsabilidad de tus actos
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La expresión tan aceptada y usada en nuestro lenguaje de “tengo que…” o “debería..” es una manera de negar nuestra responsabilidad sobre nuestras propias necesidades, sentimientos y acciones.
Debido a la falta de educación emocional que hemos recibido a lo largo de nuestras vidas, no es de extrañar que realmente nos cueste detectar y poner nombre a lo que necesitamos y sentimos e identificar por qué hacemos lo que hacemos. Por ello, muchas veces actuamos por inercia o “a nuestro pesar” como si no tuviéramos elección y estuviéramos obligados a cumplir los mandatos de un rol o de una norma o poder superior.
Y nada más lejos de la verdad, tenemos la posibilidad de elegir, y aún cuando realmente creas que no, si reflexionas, encontrarás que, en muchas ocasiones, indirectamente sí estás cubriendo alguna necesidad cuando decides hacer lo que haces. Reconocer que hay necesidades cubiertas por tus acciones dota de valor y gozo a lo que decides hacer, te libera de esperar algo a cambio, y te pone en un papel de agente activo en tu vida, que genera una sensación de poder y responsabilidad frente a tu propia vida.
Por ejemplo, imagina que eres un padre o madre que odia cocinar y lo llevas haciendo cada día durante años para tu familia. En vez de sentir que lo tienes que hacer por tu rol familiar, podrías averiguar si quizás lo haces porque quieres cuidar y contribuir al bienestar de tu familia o porque no quieres gastar tu dinero en una asistencia para el hogar o en empobrecer tu salud con comida precocinada.
“Seamos conscientes de las necesidades a las que sirve cada elección que hacemos”
Marshall B. Rosenberg
Por otro lado, cuando hacemos algo que pensamos que “tenemos que” y que en el fondo no queremos hacerlo, de alguna manera nos estamos siendo desleales a nosotros mismos y vamos a pagar un precio en forma de frustración, reproche y malestar tanto en tí mismo como en el otro por falta de coherencia y autenticidad. Lo mismo ocurre cuando, bajo tus expectativas, “obligas” de alguna manera a que alguien haga algo que quizás no quiere hacer porque tiene que o debería. Quizás consigas lo que quieres de esa persona, pero será en detrimento de la calidad, cercanía y confianza de tu relación.
Pasar de “tener que” a “elegir”
Para tomar consciencia de nuestras necesidades y tomar responsabilidad por nuestras acciones puedes hacer el siguiente ejercicio:
Paso 1
Haz una lista con todas las cosas que te dices a tí mismo que tienes que hacer. Incluye todas aquellas actividades que no te apetece hacer pero que llevas a cabo igualmente porque percibes que no tienes otra elección.
Paso 2
Después de completar la lista, reconoce que estás haciendo todas esas cosas porque eliges hacerlas, no porque tienes que hacerlas. Inserta la palabra “Yo elijo…” delante de cada punto de la lista.
Paso 3
Después de haber reconocido que eliges llevar a cabo una determinada actividad, identifica la intención o necesidad que hay detrás de tu elección completando la frase “Yo elijo… porque quiero…”.
Paso 4
Decide si quieres continuar esa acción o prefieres descartarla y satisfacer la necesidad subyacente de otra manera. Emplea tu creatividad para buscar una alternativa que cubra el mayor número de tus necesidades.
El psicólogo y mediador Marshall B. Rosenberg describe el siguiente ejemplo en su libro Comunicación NoViolenta. Un lenguaje de vida: Marshall detectó que odiaba “redactar informes clínicos” y sin embargo se pasaba al menos una hora al día agonizando sobre ellos. A la hora de sustituir el “yo tengo que…” por el “yo elijo…” encontró mucha resistencia, ya que se decía a sí mismo que redactar informes clínicos no era algo que eligiera hacer: “¡Tenía que hacerlo! Soy psicólogo clínico: tengo que redactar esos informes”.
Al principio le costó identificar lo que trataba de conseguir al redactarlos. Varios meses antes ya había visto claro que los informes no eran lo suficientemente útiles para sus clientes como para justificar el tiempo que les dedicaba, de modo que ¿por qué seguía invirtiendo tanta energía en su redacción? Finalmente se dio cuenta que estaba eligiendo redactar esos informes únicamente porque quería el dinero que le proporcionaban. Cuando reconoció que el dinero era su motivación principal, vio de inmediato que podía encontrar otras maneras de cuidar su aspecto financiero y que, de hecho, prefería “escarbar en la basura antes de redactar un informe clínico más”.
Toma consciencia de las motivaciones detrás de tus acciones
Cuando realices el ejercicio propuesto es posible que algunos de los puntos de tu lista revelen las siguientes motivaciones:
Por dinero
El dinero no es una necesidad, sino una de las muchas estrategias que se pueden seleccionar para satisfacer una o varias necesidades.
Por aprobación
Es trágico que decidamos anularnos y actuar en función de los demás con el fin de conseguir amor, aprecio o aprobación. Cuando eliges de forma genuina y eres leal a ti mismo, obtienes tal gozo que no necesitarás ninguna aprobación externa.
Para evitar el castigo
Hacer algo para evitar un castigo vendrá acompañado de resentimiento. Si alternativamente buscas los beneficios o la contribución a la vida de esa acción, entonces tu acción no vendrá cargada de resentimiento.
Para evitar la culpa
Cuando decides hacer algo para evitar la culpa se debe al autojuicio. Tu diálogo interno te dirá “Si no hago esto seré una mala madre, una mala pareja, un mal ciudadano…etc.” Llevando a cabo esa acción evitarás sentirte culpable pero la acabarás detestando.
Para evitar la vergüenza
En este caso, hacer algo para evitar la vergüenza se debe al juicio que tememos de los demás. “Si no hago esto los demás pensarán que soy una mala madre, que soy un cobarde, que soy un soso, etc.” Te estarás fallando a tí mismo y también acabarás odiando aquello que haces para evitar la vergüenza.
Para satisfacer nuestro sentido del deber
Algunos de los comportamientos humanos más despreciables, por ejemplo el genocidio judío por los nazis, han tenido como pretexto la obediencia a órdenes superiores. Usando justificaciones como “Yo no he hecho las reglas; yo sólo me ocupo de que se cumplan” o cuando acatas los reglamentos de forma ciega sin reflexionarlos; estarás entregando la vida que hay dentro de tí a cambio de una mentalidad de robot que te desconectará de tí y del mundo.
Referencias
Marshall B. Rosenberg. Comunicación No Violenta: Un Lenguaje de Vida. 3ª Edición. 2016. Editorial acanto.
Wayne W. Dyer. Tus zonas erróneas. Guía para combatir las causas de la infelicidad. 4ª Edición. 2009. Debolsillo.