Cómo aprender a poner límites y decir que no de forma sana
Cuando dices no a alguien, te estás diciendo sí a ti mismo
Imagen de Ron Lach
Cada uno somos responsables de nosotros mismos y no debemos coger más responsabilidad de la que nos corresponde. Cuando decimos que no a alguien es posible que sintamos malestar y culpa. Sin embargo, tú debes hacerte cargo de tí y el otro se deberá hacer cargo de él mismo. No podemos agradar y complacer siempre a todo el mundo. Así como tampoco podemos pretender que todos sean como nosotros deseamos que sean. Tus valores son tuyos y tú debes hacerte cargo de ellos.
¿Por qué te cuesta poner límites a los demás?
Algunas razones por la que te puede costar decir que no y poner límites a los demás son:
- Necesidad de complacer. Búsqueda de amor y aprecio a través de ser vistos como personas amables, disponibles a ayudar, etc.
- Necesidad de aprobación o aceptación. Creer que si pones un límite el otro se enfadará, te rechazará o abandonará etc.
- Evitación del conflicto. Dificultad para sostener una situación incómoda, o el malestar de los demás.
- Sobreadaptación. Dificultad para identificar las propias necesidades y sentimientos de forma que hay una dificultad para saber lo que uno quiere o no quiere, y diferenciar entre lo que uno realmente quiere de lo que quieren los demás.
- Síndrome de la buena persona. Sentir que si pones límites eres demasiado egoísta y una mala persona.
¿Qué consecuencias tiene no saber poner límites y decir que no?
- Pérdida de dignidad. Cada vez que decimos que sí cuando en el fondo queremos decir que no, nos estamos traicionando a nosotros mismos. Estamos relegando a un segundo plano nuestras necesidades y nuestro autocuidado y le estamos dando más valor a los demás que a nosotros mismos.
- Incumplimiento de promesas. Cuando decimos que sí todo el tiempo y a todo el mundo de forma automática, podemos encontrarnos en la situación de ser incapaces de cumplir nuestras promesas, acabar cancelando planes en el último momento o no pudiendo llegar a tiempo a lo que nos habíamos comprometido.
- Deterioro de la calidad de las relaciones. Cuando no sabemos poner límites en nuestras relaciones, damos espacio a que los demás se acostumbren a que siempre estemos disponibles o que para nosotros todo vale, y esto puede llevar a que abusen de nosotros. Esto genera un desequilibrio que acabará teniendo consecuencias negativas en la relación. Además, cuando una relación ya está dañada y a una de las personas le cuesta poner límites, ésta puede poner todo su esfuerzo en restaurar la relación diciendo a todo que sí o tolerando conductas que no desea. El resultado será igualmente el deterioro e incluso la pérdida de la relación, pero el daño generado será mucho mayor.
- Resentimiento. Cuando no nos permitimos decir que no, generamos resentimientos ocultos hacia las personas que piden cosas. Las juzgamos de descaradas, desconsideradas, aprovechadas, etc.
- Dificultad para hacer peticiones y para recibir un no. Cuando tendemos a decir que sí porque pensamos que si decimos que no estamos molestando o hiriendo a los otros, también nos dolerá o molestará recibir el no de los demás, aunque sea a un nivel inconsciente. Esto se debe a juicios de “si me dicen que no es porque no me quieren, no me valoran, no soy importante, digno o merecedor de ayuda etc.”. Por esta misma razón, para no exponernos al dolor de un no, nos costará hacer peticiones, esperando que los demás adivinen lo que deseamos generando expectativas, frustración y resentimiento.
¿Qué debes saber para aprender a poner límites de forma sana?
“Tolero” versus “Acepto y pongo un límite”
Una buena forma de no sentirte mal de poner límites en los demás es cambiando la perspectiva con que miras a ese límite y te darás cuenta que en realidad el límite te lo estás poniendo a tí mismo, y en consecuencia se trasladará al otro de forma indirecta.
Cuando nos cuesta poner límites y permitimos situaciones o conductas que no consideramos legítimas estamos “tolerando”. Tolerar es la capacidad de soportar algo o a alguien sin aprobarlo expresamente hasta un determinado límite. Cuando ese límite se alcanza, ya no podemos seguir tolerando y reaccionamos en consecuencia.
“La tolerancia es una negación suspendida temporalmente”
Humberto Maturana
Por ello, si estableces un límite desde la “tolerancia” con la intención de que sea la última vez o de cambiar la actitud del otro porque consideras que tu punto de vista es más legítimo que el suyo, no funcionará. Esa persona estará haciendo lo que hace para cubrir alguna de sus necesidades lo cual es también lícito. Entonces, en lugar de tolerar, quizás sería más beneficioso aceptar al otro o la situación e identificar lo que tú no quieres o permites, es decir, aceptar sin tolerar, aceptar poniendo un límite.
Respeta y confía en tus valores personales
Algunas personas se sienten inseguras cuando ponen límites porque dudan de si han sido demasiado benevolentes o demasiado rígidos porque están poniendo el foco en el otro y no en sí mismos. Una buena forma de no sentirte mal o inseguro a la hora de poner límites a los demás es cambiando la perspectiva con que miras a ese límite y te darás cuenta que en realidad el límite te lo estás poniendo a tí mismo, ya que estás honrando tus propios valores. En consecuencia el límite se traslada al otro de forma indirecta.
Por ello, establecer qué es importante para tí y cuales son tus valores puede ayudarte a sentirte seguro a la hora de establecer tus límites. También, tener en cuenta ciertas variables como el historial de cierta conducta, la importancia de esa persona en tu vida, la legitimidad de establecer un límite con tal persona, tu situación personal actual, es importante a la hora de establecer un límite.
El tiempo y las formas son importantes
Si te cuesta decir que no, no te precipites en contestar cuando alguien te pide algo. Comunica de forma amable que necesitas reflexionar antes de comprometerte y tómate un tiempo para valorar si realmente quieres decir que sí o que no.
Establece tus límites personales antes de que aparezca la situación o cuando estés tranquilo. Tómate un tiempo para establecer cuales son tus límites de forma que cuando aparezca la ocasión para establecer ese límite tengas claro lo que quieres, aceptas o no aceptas del otro. Si pones el límite en caliente o con una elevada carga emocional, es posible que seas desagradable con el otro y pierdas el efecto que quieres conseguir o que pongas un límite desmesurado y no seas capaz de mantenerlo perdiendo credibilidad. Por el contrario, puedes sentirte bloqueado e incapaz de identificar el límite que debes poner y con ello dar a entender que para tí todo vale.
Poner límites también supone aprender a sostener el malestar o incomodidad de los demás frente a tu límite. Recuerda que cuando pones un límite con respeto y asertividad las personas psicológicamente sanas y maduras aceptarán y respetarán tus límites. Si no lo hacen y se enfurecen, te hacen chantaje emocional o intentan manipularte para que cambies tu límite es un claro indicador de que con estas personas debes ser aún más firme con tus límites y que es mejor que alejes ese tipo de conductas o personas de tu vida.
Sé flexible. Los límites no son algo rígido y puedes modificarlos con el tiempo si tus valores o tus necesidades cambian en un futuro.
Referencias
Silvia Guarnieri y Miriam Ortiz de Zárate. No es lo mismo. 9ª Edición. 2020. Lid editorial.